EN UN BARRIO DE LA HABANA
Por Felipe Cid
Dejar Galicia y cruzar el Atlántico para llegar a la Tierra Prometida después de más de veinte azarosos días no fue tarea fácil. Como tampoco lo fue adaptarse a la vida y costumbres de la acogedora, bondadosa y noble isla de Cuba.
Aún así, ni te imaginas cuantas cosas bellas realizaron los gallegos en el hermoso “Barrio de Jesús María y José”, respondiendo a la mezcla del espíritu de La Galleguidad y La Cubanía.
No debe olvidarse que a lo largo y ancho del archipiélago bautizado por el marino gallego Sebastián Ocampo, trabajaron como esclavos hombres y mujeres de ojos azules y cabello rubio; descendían de los celtas y llegaron a la mayor de las Antillas en condiciones infrahumanas. Por tanto conocer necesidades, penurias y desconsuelos de hombres y mujeres ourensanos en un barrio marginal de La Habana es justo y necesario.
Conocemos a los gallegos como individuos que emergen de diferentes campos del quehacer humano. Historiadores, escritores, profesores, ejecutivos e inclusive eclesiásticos y hasta políticos de origen galaico ejercieron con probada y notoria profesionalidad. Pero que buenos y humildes ourensanos se asentaron en el muy conocido “Barrio de Jesús María y José”, enclavado a solo quinientos metros del antiguo Capitolio Nacional y del otrora Muy Ilustre Centro Gallego de La Habana.
Ellos, junto a los nacidos en A Coruña, Lugo o Pontevedra, con marcada manera de ser y ardiente verbo lograron con relevancia influir en el habla de los cubanos.
Entre ellos, mis cuatro abuelos ourensanos que, sin instrucción pero con insaciable deseo de superación, aportaron nuevas maneras a la cultura de un país que les acogió sin pedir nada a cambio.
Escuchar las vicisitudes que con valor y gallardía afrontaron antes y después de adquirir en propiedad su primer establecimiento comercial, “Bodega”, en la calle 17 y 18 del Vedado –hoy municipio Plaza de la Revolución- sirvió para adquirir el imprescindible poder cognoscitivo de mi familia.
Fueron muchas las penas y alegrías, pero solo una ensanchaban sus orgullosos cuerpos hasta sacar de los ojales los botones de la camisa:
Contribuir con la lengua gallega a la excepcional manera del decir cubano”.
Aún resuenan en mis oídos “No arrempujen” del verbo “arrepuxar”, que decía mi abuelo Don Felipe en los ómnibus abarrotados de personas. También al ordenar a mi padre abrir algún que otro “buraco” –en castellano “huraco”- en la trastienda de la “adega” –digo “bodega” –. Además de “comparanza” por “comparación”; “baril” por “barín”; “brincar” por “saltar” y tantos otros que harían interminable la lista.
Enorgullecían también a mi abuelo Don Ramón y abuela Dña. Remedios –por mamá- y a Dña. Vicenta y Don Felipe como apunté –por papá- que muchos de los iberoamericanos fueran inscritos con apellidos de origen gallego como: Pereira en gallego “peral”; Bouza, “matorral” ; Ameijeiras, “ciruelos” ; Bacallao, “bacalao” o Peteiro, “pico” .
—- Si los cubanos hablan como Nós… –decían con honor mis abuelos.
Recuerdo pues al “barín” de Don Felipe de Rairo y Don Ramón de Coles, quienes abrían “juracos” en lo que fueran las líneas del inolvidable y hoy necesario Tranvía habanero, ayudados por mis adorables abuelas doña Remedios, nacida en Santa Mariña do Monte, y doña Vicenta, también de Rairo, las encargadas de ajustar los gastos domésticos y ahorrar hasta el último centavo para adquirir en propiedad las bodegas “La 1ra Caridad” primero y “La 2da Caridad” después , sin dejar a un lado “La Orensana” , nombre de la anhelada lavandería que no pudieron inaugurar por razones ajenas a sus voluntades.
Mis abuelos en las buenas y en las malas abusando de la mofa dijeron:
—- Algún día mis nietos acordarán de Nós”.
—- Pues si abuelos, estén donde estén con amor y orgullo por siempre recordaremos lo bueno y noble que fueron para con nosotros, sí señor.
Muchos de “os nosos vellos” recordarán con agrado “La 1ra Caridad” donde dos afables gallegos ofrecían la mejor de las bienvenidas promoviendo y publicitando el almuerzo del día:
Paisanos: por 0.35 centavos degustarán un bistec de palomilla con “patacas” o “tostones”.
Claro, ese irrisorio precio era una fortuna entonces ya que el valor del peso cubano llegó a estar un centavo por encima del ansiado y necesario “fula de hoy”. Perdón, quise decir “US Dólar” o simplemente C.U.C sin gravamen.
Muchos de nuestros familiares o amigos con bastones o sombreros fuera de época visitan el otrora Centro Gallego de La Habana donde permanecen las más de cuarenta asociaciones galaicas, que con sentido de pertenencia e inigualable estoicismo mantienen viva la amada raíz y la cultura galaicas. Para los gallegos que contribuyeron con nuestra lengua e identidad cubanas, narraré otra anécdota que muestran vivencias de otro ourensano “barin” de verdad.
Don. Xosé Lueiro, como mis abuelos, derrochando fe y esperanza, compró una pequeña carbonería llamada “La Estacada” que daba para vivir. Pero lo más significativo de él fue que, domingo tras domingo, con la gaita en ristre, sonrisa abierta y amplia, subía a un banco del parque llamado como “la iglesia de Jesús María y José”, y a los acordes de una jota o muñeira hacía venir a gallegos, descendientes y criollos que sin importar raza o credo olvidaban por horas la horrible vida que tocó vivir antes de lo que tuvo que suceder.
No todos los naturales de Galicia residieron en lugares suntuosos y fueron encumbrados. La gran mayoría fueron simples hombres y mujeres que amaron su Tierra hasta morir y ser sepultados en uno de nuestros panteones, gala y ornato de uno de los cementerios más suntuosos del mundo, el llamado Cristóbal Colón de La Habana, Cuba.
Otros tuvieron la oportunidad de marchar definitivamente a Galicia o simplemente volvieron con los programas de “Reencontros”.
Derrochaban felicidad, bienestar y confianza para con los demás mientras sus corazones morían de pena. Por eso inventaron la palabra “morriña”.
Dejar descendencia en los países de acogida y mantener sus raíces es “Galleguidad”.
Haber conquistado el reconocimiento del idioma y enseñar a sus hijos, nietos y bisnietos la lengua materna es “Galleguidad”.
Mantener, a pesar de carencias y dificultades, la cultura y el folclore gallegos al otro lado del Atlántico es “Galleguidad”.
Para los que de una forma mantienen con altruismo y valentía las asociaciones de beneficencia, artísticas o culturales emito hoy este inigualable y querido “aturuxo”…