galiciaunica Un recorrido semanal por Galicia, España.

FRONTERAS HUMANAS

Lo que desde arriba no se ve son las fronteras.

(Serguei Krikalev, astronauta ruso)

Por Alberto Barciela

Una frontera es siempre una línea irregular que cruza bosques, ríos, sombras, seres humanos y convivencias. Es un convencionalismo interesado e impuesto a una realidad geográfica indivisible y a una historia común. El que controla el mapa es quien ostenta el poder. Esto es potestad de políticos y de voraces empresarios, no de cartógrafos.

El ser humano ha migrado desde sus inicios. La emigración escogida es libertad, todo lo contrario de la inmigración impuesta, de forma natural, por las catástrofes o las  hambrunas naturales y, forzada, por la política dictatorial, con sus guerras e intereses comerciales.

Instalarse en un lugar distinto de donde se vivía dentro de un país, en busca de mejores medios de vida, más recursos y respeto, es responder a un afán de supervivencia innato.

Con cada patera, o en el cruce forzado de una frontera, en los más de 68 millones de personas desplazadas en el mundo naufraga la humanidad.

Los inmigrantes, asistidos o no, reinstalados o no, han dejado atrás obligatoriamente sus hogares -posiblemente destruidos-, sus familias y amigos -normalmente dispersos, cuando no fallecidos en actos terroristas o combates inútiles-, sus recursos económicos, sus culturas, sus paisajes. Los afortunados habrán sido reinstalados en países extraños, acogidos con una cierta dignidad; los más logaran sobrevivir apenas con un puñado de arroz y algo de agua y leche, radicados en campamentos de refugiados, en los que se oculta buena parte de la hipocresía internacional. De los otros, ni se sabe.

Los desplazados conforman la metáfora perfecta de la periferia. Se instalan en la frontera real entre la nostalgia y el día a día. Desprendimiento y rencor son el resultado.

Los inmigrantes son náufragos en un mundo que tras fronteras humanas se presume civilizado. Muy pocos alcanzan a entender a la otra orilla.