galiciaunica Un recorrido semanal por Galicia, España.

LAS SIETE METRÓPOLIS

Para Otero Pedrayo, Galicia fue siempre una “ciudad única”. Pero no la definía como un país de una sola urbe, sino de siete metrópolis distinguidas por su bella configuración y por su historia.

Así Otero concebía A Coruña como   una hermosa y atractiva ciudad que tiene por solar la porción sureste de la rocosa península de la Torre; el istmo arenoso entre la bahía tranquila y el bravo seno del Orzan; y las tierras onduladas del antiguo municipio de Oza, cubiertas en progresión creciente por las avenidas. Una capital de admirable luminosidad,  una residencia apacible y grata como pocas.

A Lugo la admiró el patriarca de las letras galegas como acrópolis romana que conserva la posición dominadora de extensos horizontes. La voluntad poderosa de la muralla singulariza la fisonomía de la ciudad, porque las calles terminan en sus puertas. En ninguna urbe gallega es tan clara la diferencia entre calle y camino, ciudad y campo, núcleo y contorno.

El maestro ourensano enraizó su ciudad, la vieja Auria, en su núcleo antiguo, desde la pendiente del Monte Alegre, en declive, hacia el valle del Barbaña. Y en él distingue las fuentes de agua caliente, las tres Burgas, que brotan entre altos muros de viejas huertas.  En los días nebulosos del invierno, los vapores  de estas fuentes ahuyentan las heladas.

La piedra de las plazas cobra color con la luz del hombre, en la Pontevedra invernal.

Pontevedra es para Otero Pedrayo un solar óptimamente situado en lo más íntimo de su bahía, en el estuario del Lérez; y un cruce de los caminos que, uniendo los pedúnculos de las Rías Baixas, consigue que confluyan bajo los puentes a los que la ciudad debe su bello topónimo. Por eso es una ciudad única.

Al igual que Vigo, cuyo solar, en declive, impone a sus calles pronunciadas cuestas que multiplican el claro ambiente y los aspectos pintorescos de una marina iluminada por la clara luz de la bahía. Por eso la perspectiva y el paisaje urbano se colman de alegría.

Afirma el patriarca que el Ferrol nuevo nació con los arsenales y  es único por la geométrica ordenación de sus calles y la construcción de sus edificios, sobre los que proyecta sus reflejos la ría. Su decoración urbana, rodeada de pulcro traje marino, tiene numerosos toques académicos.

Finalmente, Compostela es única para Otero Pedrayo porque es la metrópoli religiosa, artística e intelectual de Galicia, y también la más universal de sus ciudades, por ser uno de los centros espirituales más importantes de la cristiandad. La inspiración lírica, matizada en gradaciones de luz de aurora, dolorosamente mórbida o vivamente optimista, distinguen a la capital, porque son la flor de la Compostela románica. Ese ritmo y esa imagen iluminada por las “raioliñas” solo pueden surgir en una ciudad abierta a todas las auras de las hablas del mundo.

Por todo esto, Galicia tiene siete ciudades… ¡Únicas!