galiciaunica Un recorrido semanal por Galicia, España.

MENECUCHOS Y MANUELES

Por J.J. García Pena

Yo lo recuerdo en los años 60, asociada para siempre su imagen (ya por entonces encorvada, mal vestida y deteriorada) a mis traslados escolares primero y laborales poco después. Los niños le hacíamos burla por la espalda y los adolescentes le teníamos lástima de frente. Los viejos le sonreían. Te dejaba su mercancía de papel en las rodillas y volvía por ella o por unas monedas «a voluntá«.

Nunca le vi una sonrisa en su rostro mofletudo de ojos muy tristes bajo el pelo canoso y descuidado, mientras recorría, en silencio, su hábitat y coto de caza ciudadano: el pasillo de aquellos viejos ómnibus de vidrios traqueteantes y escandalosos de CUTCSA, (Compañía Uruguaya de Transportes Colectivos S.A.), que mis laboriosos y ahorrativos paisanos (sus fundadores en los años 30) llamaban familiarmente CÚSA.

— ¿E  tí que fás no Uruguai, Manolo?- , les preguntaban cuando volvían, de paseo e con cartos, al pueblo.

 Esstooo… en Montevideo tenjo una parte en CÚSA -, contestaba, ufano, Manuel, hinchando el honrado pecho y avanzando, ostensible, su mandíbula al pronunciar las eses. 

Menecucho, el payaso de todo el año, frecuentaba – como yo- el 169, Manga-Aduana. Pedía respetuosamente: – Permiso, don-, a nuestros Manueles y nuestros Manueles jamás se lo negaron, ni a él ni a ningún vendedor ambulante. A lo sumo, para que no perdieran tiempo,  los prevenían :

– Mira tú que ya hay «otro» arriba, ¿Oísstess? 

— Grasia, «troesma» ; espero el siguiente «bondi».   

(¿Recordás cuando, llegando a destino, el «bondi» quedaba casi vacío y el «gaita» aceleraba por las calles de adoquines de la Ciudad Vieja, mientras las vibrantes ventanillas parecían a punto de desportillarse de puro escándalo?) 

Un día no lo vi más a Menecucho. Cierto es que, al mudarme de barrio, ya no subí más al 169, abundante en laburantes y punguistas, en su lineal carrera por la Av. General Flores. Se ve que al pobre Menecucho no le gustaban los «troleis» de AMDET de la Avenida San Martín.

Hoy me encuentro, de manos a boca, con una imagen de un Menecucho relativamente joven y desconocido. Siempre creí que Menecucho había nacido viejo, de tan viejo que me parecía cuando yo no era viejo. Por lo visto, solo sus ojos mantuvieron, en su ocaso, (yo los vi) la resumida impronta de su vida.

Vaya una sonrisa póstuma de aquel niño gayego a su memoria de payaso ingenuo.