galiciaunica Un recorrido semanal por Galicia, España.

TIEMPO DE LAMPREA

Hace unos cuarenta años que fui por primera vez a Arbo para descubrir en esta zona del Miño los modos de pesca, bien diferentes de los del tramo final. El método está basado allí en las enseñanzas de los romanos, que ya utilizaban las pesqueiras para colocar nasas, mientras en la desembocadura del gran río, al igual que en el Ulla, los pescadores de lampreas usan redes que lanzan a lo ancho del caudal, para dejarlas ir con la corriente y recogerlas más abajo. De una u otra manera, la pesca de la lamprea es todo un espectáculo que he tenido el placer de presenciar y disfrutar más de una vez.  

Estamos en plena temporada y tanto los restaurantes del trayecto del Miño como los de Padrón y Pontecesures, convierten en su plato estrella la lamprea a la bordalesa, que es lo típico, aunque hay otras formas de prepararla. Te diré que a mí me gusta comerla en Arbo porque allí la estética del Miño prolonga la atmósfera húmeda de mi Cudeiro natal.

Yo le llamé hace tiempo a esta zona “terra da fraternidade”, porque te encuentras a un lado del río bacallau y al otro lamprea… y en ambos,  la fe y los santos. El románico, los cruceiros, las tradiciones. Un Miño bravo y la vida en calma para contemplar el vuelo raso de la garza. Pongamos que esta es la esencia de dos pueblos hermanos, Melgaço y Arbo, que comparten el gran río y tienen una diosa en común. En torno a ella, hay muchas historias que se cuentan. Te resumo sus mitos.

La lamprea es un ancestral ser, extraño y de más antiguo origen que los  propios dinosaurios, cuya existencia logró superar. Los expertos cuentan que su historia extiende el tiempo a más de cuatrocientos millones de años, cuando la Tierra estaba poblada por criaturas nacidas del horror de los divinos errores.

Pero para sus devotos,  la lamprea es el mejor fruto de las aguas dulces espejo del arte natural.  Es  un pez sin escamas… ni aletas… ni dientes…

Cuenta una leyenda que los nobles de la Roma pagana alimentaban a sus lampreas en sus viveros, arrojándoles esclavos vivos. Tal vez  esa crueldad se dice porque la lamprea es una especie de vampiro acuático, es hematófaga.

Hay, en torno a este pez, cuentos mil contados por mil fabuladores:

Como Torrente Ballester que llegó a escribir que las lampreas del Baralla eran de mayor calidad cuanto mayor era el número de personas que se habían ahogado en ese río.

Aunque para Cunqueiro la lamprea era, simplemente, la reina del río. Y tal vez por ser reina  enamoró tanto a aquel rey inglés,  Enrique I, que murió de una indigestión.

La lamprea llega a las aguas dulces, desde cualquier océano, para entregarse al amor, que es su morir… Perece en brazos de Eros, para concebir… o en la cazuela de barro de la experta cocinera que aún conoce los secretos de la receta romana.

Así es. La lamprea remonta cada invierno el río para seguir el ancestral rito de la muerte y de la vida.  Todos los años por estas fechas. Y hasta que la primavera avance, no cantará el cuco el final de cada ciclo, como ocurría hace millones de años…