galiciaunica Un recorrido semanal por Galicia, España.

EL ESTADO CON EL CULO AL AIRE

Por José Carlos Romero Pérez

El Estado somos todos, leí en alguna parte. Créanme que a veces me cuesta asimilar este principio, lo mismo me pasa con Hacienda, y no hablemos de lo de que la justicia es igual para todos.

Nosotros somos el Estado y no los que nos representan en todos sus estamentos; estos simplemente le dan personalidad jurídica, por lo que estos, y por extensión los que gobiernan, debieran ser el reflejo de la sociedad que le dio el mandato al ser elegidos.

Pero muchos de  nuestros dirigentes cada día conocen mejor el arte de la política, son profesionales de ella y la convierten en su modus vivendi, olvidándose de lo vocacional que debiera ser este oficio; el fin último para el que nació, el servicio a los demás, ya no es una conditio sine qua non. Muchos políticos vinieron a la política para medrar.

Los ciudadanos asistimos atónitos al triste espectáculo de  ver como unos gobiernan para unos pocos y que los que tienen la función fiscalizadora se dedican a poner palos en las ruedas.

La transparencia informativa brilla por su ausencia y en las sesiones de control al gobierno es muy socorrido el “y tú más”. Las ruedas de prensa se rigen muchas veces por el principio de: “tu pregúntame lo que quieras y yo te contestaré lo que me dé la gana”. Y a todo esto, algunos dieron en llamar “normalidad democrática”.

En las campañas electorales se nos promete el oro y el moro, y,  después, donde dije digo, digo Diego.

El ciudadano toma nota en cada elección, pero mientras tanto… ¿Cómo se pueden pedir responsabilidades ante tanto engaño? ¿Cómo argumentar normas que regulen y sancionen a los defraudares? Difícil solución tiene esto.

Las mociones de censura son inútiles cuando se está en minoría, pero el fraude está ahí, y no hablemos de la corrupción. ¿Qué pasaría si no existiese la bendita Fiscalía Anticorrupción? La respuesta la daba un medio de comunicación esta mañana:

—- España ocuparía uno de los primeros puestos del ranking mundial de los países más corruptos. Nadie rinde cuentas.

Los programas que nos ofrecen en cada elección las distintas formaciones polícias son a menudo una carta a los Reyes Magos, con la diferencia de las de nuestros pequeños están llenas de ternura e ilusión, las de aquellos, de promesas que saben que la mayoría nunca van a cumplir.

Cuando circulamos sin la rueda de repuesto y no ahorramos dinero para compran una nueva, todo va bien hasta que pinchamos, pero si esto acontece todo son lamentaciones. Esto se puede aplicar perfectamente al gobierno de turno, cuando la coyuntura es favorable y la economía va bien, todo es fruto del buen gobernar y si algo va mal y no hemos sido previsores, la culpa es de la herencia recibida. ¿Quién paga todo cuando las cosas van mal? No hace falta ser muy avispado para saber quién.

El otro día un alto cargo del gobierno dijo: “hay que agradecerle a ese vive ahí (se refería a la Moncloa) que no nos rescataran, pero para eso hubo darle un hachazo a las pensiones de cuidado”; lo dijo con una desfachatez espantosa. El mismo día salía en la prensa el ranking de los más ricos de España,… en fin.

Mucho me temo que a algunos les gustaría que fuésemos analfabetos políticos, pues como diría Bertolt Brecht:

—-El peor analfabeto es el analfabeto político. No oye, no habla, no participa de los acontecimientos políticos. No sabe que el costo de la vida, el precio de las alubias, del pan, de la harina, del vestido, del zapato y de los remedios dependen de decisiones políticas.

El analfabeto político es tan burro que se enorgullece y ensancha el pecho diciendo que odia la política. No sabe que de su ignorancia política nace la prostituta, el menor abandonado y el peor de todos los bandidos que es el político corrupto, mequetrefe y lacayo de las empresas nacionales y multinacionales.

Está claro que un estado es fuerte cuando sus Instituciones están perfectamente legitimadas por el pueblo soberano en las urnas, sus gobiernos son independientes del poder económico y, también, existe un auténtico equilibrio entre el poder legislativo, ejecutivo y judicial. Si esto no sucede, cuando vienen mal dadas nos encontramos con el estado con el culo al aire, y, en este caso, los que menos tenemos somos más estado que nunca.

Esto es lo que hay, pero tenemos que luchar y no conformarnos con esta “normalidad democrática”, pues yo aún me resisto a creer que los pueblos tenemos los gobernantes que  merecemos.