galiciaunica Un recorrido semanal por Galicia, España.

MONTEVIDEO, DE ALBO A DARWIN

Por J. J. García Pena

Los montevideanos llevamos siglos vacilando entre diversas suposiciones e hipótesis (algunas francamente insostenibles) en búsqueda de una respuesta sensata al origen del nombre de nuestra ciudad, desvelo de historiadores y  filólogos. Eso sí: todas las teorías expuestas coinciden en el término  Monte, pero la otra  mitad, llave del arcano, sigue siendo un enigma.

Montevideo, aunque  de aparición  tardía en el escenario de la Historia iberoamericana,  ( última ciudad fundada por el imperio español) fue una de las mejor fortificadas. Su núcleo defensivo, foso y puente levadizo incluidos, era de los más avanzados de la época, comparable, quizás, al de Cartagena de Indias y casi un calco del llamado Castillo de San Marcos, en Florida, actualmente territorio estadounidense.

Entre las singularidades de la pequeña ciudad rioplatense (apenas alberga un millón y medio de habitantes, casi la mitad de toda la población de Uruguay) figura, como os decía, el nunca resuelto origen de su nombre, o, por mejor decir, de su apellido, ya que nunca se puso en duda que el «monte» que domina su naturalmente privilegiada bahía es el nombre de pila de su tardofundación.

Sin embargo, el «apellido» , supuestamente Vidi, mantiene su estatus de acertijo. Apenas descubierto el Nuevo Mundo, españoles y portugueses , con el arbitraje del Papa de turno, se dividieron el globo terráqueo según el Tratado de Tordesillas.

Un tajo de Polo a Polo:

—- Esta mitad es tuya y el resto es mío, primo. 

Pero la codicia pudo más que la palabra empeñada y los limites imaginarios no se respetaron. Se sucedieron las expediciones de espionaje e invasión a las nuevas y novísimas posesiones, secas y húmedas, (muchas aún sin descubrir) cuyo reparto se jurara ante el Santo Padre. El Nuevo Mundo le correspondía, casi en su totalidad, a España, mientras  África y las codiciadas Molucas a Portugal.

Poco y nada duró , en los hechos, la palabra empeñada.

Otros nuevos Tratados , Papas mediante, debieron instrumentarse en favor de la paz de ambos contendores ibéricos.

Hubo otras expediciones previas (por lo menos dos) cuyos tripulantes, asomados a las bordas de madera, inevitablemente divisaron el famoso cerro montevideano antes de que alguien lo documentara, describiéndolo como «una montaña a manera de sombrero» desde  la nave de Magallanes-Elcano, primera en circunvalar el mundo (1519-1522).

Subrepticiamente a bordo de una nave portuguesa (1502), el culto florentino Amérigo Vespucci  lo denominó Pináchullo detentio (pináculo detención), como aparece (1507) en el  mapa de Martín Waldseemüller, traducido a posteriori erróneamente (o quizás interesada y religiosamente) como Pináculo de Tentación, en bíblica alusión a la  triple tentación de Cristo. No por casualidad el muy católico Amérigo bautizó al Paraná Guazú de los nativos como Río Jordán.

Catorce años más tarde sería rebautizado, efímeramente, como Mar Dulce por el infortunado Solís en persona, ya que, poco tiempo después, los sobrevivientes lo volvieron a bautizar,  en su memoria, como Mar de Solís. 

Río de la Plata se le llamó cuando, ya fundada en sus orillas Nuestra Señora del Buen Ayre, se esperaba que descendiesen por sus caudalosos afluentes ricos cargamentos de argenta (plata) desde el fabuloso Potosí, cuando Perú comenzaba a ser considerado sinónimo,   medida,equivalencia  y culmen  de la riqueza material : …porque vales un Perú, … si cargás mucho «parné«- según nos informa Gardel desde el tango Copen la banca, refiriéndose a un poco edificante personaje, dado a ostentar joyas.

Juan Díaz de Solís, reputado como descubridor del Rio de la Plata en 1516, andá vos a saber por qué, no registró su ineludible avistamiento ni le asignó nombre alguno al «Pináculo» de Vespuccio … 

Lo cierto es que  por primera vez la Historia recoge el nombre de Montevidi a bordo de la magallánica nao Trinidad,  según consignó, en su diario, su contramaestre (piloto, al final del periplo náutico, 1519-1522), Francisco Albo (o Alvo)    

Con frecuencia la clave de los enigmas considerados de difícil resolución (cuando no directamente  irresolubles) dependen de elementos que, aún estando a la vista de todos,han pasado desapercibidos.  Es un fenómeno que, ahondando el misterio inicial, se retroalimenta y potencia en relación proporcional al tiempo transcurrido desde su duda inicial. Se diría que, exhaustos por  los primeros intentos, nos vamos alejando de la sencillez que atesora la fuente original en procura de quién sabe qué recurso cuasi esotérico.

Albo era uno de los ocho tripulantes griegos de la expedición de Magallanes. Fue, sin duda alguna, un prolijo observador y anotador numérico de latitudes y grados, pero poco dado a las descripciones literarias. Ni siquiera se ocupó de registrar los acontecimientos más graves de la histórica travesía. No dedica ni una sola palabra para describir la violenta muerte de su superior, el cruel comandante expedicionario Hernando de Magallanes. Mutismo «inexplicable» que aguarda, (igual que Montevideo), desde  hace siglos, por  una respuesta lógica.

Atisbemos por encima de su hombro lo que acaba de escribir:

—- Hay una Montaña hecha como un sombrero, al cual le pusimos por nombre Monte Vidi”.

Al menos eso repiten , de una a otra generación, los libros estudiantiles. Me excuso de analizar aquel grito descabellado: ¡Monte vide eu!

La mayoría de los diarios de viaje, bitácoras y relatos de abordo de la época del Descubrimiento, por haber estado sujetos a avatares, accidentes e intrigas de todo tipo, (naufragios, combates, incendios robos, lluvias, vientos, traiciones, etc…) se han perdido total o parcialmente y solo han llegado a nuestras manos copias más o menos fiables. 

Tal es el caso de el Derrotero...  de Francisco Albo, que aunque es copia del original extraviado, consigna la verdadera partida de nacimiento del nombre de nuestra ciudad, y conserva toda la magnífica caligrafía de su puntilloso y culto copista, quien quiera haya ido éste. Un cuidadoso análisis visual y semántico de la página en que está asentado el  inexistente Monte Vidi ayudará adespejar una pequeña parte de la duda. En todo caso la palabra escrita consta de un solo cuerpo y no como se ha ido transmitiendo por generaciones Monte vidi o , peor aún, Monte Vidi.

Será tarea de un perito arqueocalígrafo analizar cómo se produjeron los reiterados y copiosos puntos, que  fácilmente se confunden o pueden confundirse con los puntos que ,en nuestro idioma,  coronan las letras jota  e i latina.  Quizás se deban a gotículas de tinta despedidas de la pluma en el acto de escribir, o bien producidas sin querer por la propia punta de la pluma. El hecho objetivo es que en el texto que se conserva, una aclaración del copista, se lee:

… Y en derecho del Cabo, hay una Montaña hecha como un sombrero, al qual pusimos nombre Montev(?)d (?)  (corrutam.te  llaman ahora Santovidio)”. 

Mientras se añade (¿quién, en qué fecha?) en el margen derecho de la misma página:

Ahora llamamos Montevideo».

Lo que pareciera decir Montevidi  aparece con un punto sobre la e, sin punto sobre la supuesta primera i, y un punto sobre la última y separada  i latina. ¿Habrá querido el griego Albo nombrar a nuestro cerro  como Monteverde y, por involuntario lapsus linguae, nos legó un enigma repetido (o deformado, ex profeso),  por el prolijo copista ?

Aunque, sin proponérselo, Charles Darwin, que conoció y exploró estos parajes(1832)  en su dilatada misión científica  a bordo del Beagle, tal vez nos acerque  a la verdad.

Leamos al autor de El origen de las especies desde su bien documentado Viaje de un naturalista :

«Al llegar a Montevideo, el terreno, con la excepción de la elevación del Monte Verde, del cual toma el nombre es mucho más llano.»

¿ De dónde sacó el inteligente científico británico  esa certeza, hija del sentido común? La soltura sin titubeos  con que se expidió al respecto, nos obliga a considerar si el sabio inglés, quizás, habría abrevado en fuentes más fidedignas que las archirrepetidas. Pero esas posibles fuentes, de existir (y creo que sí existen) nos son desconocidas, hasta ahora.