PRIMAVERA EN LA ALAMEDA
Por Marola Seijo
Suceden los años a los años en la vieja Alameda.
Mueve el viento los verdes abanicos de las palmeras, que -como los ancianos que la pasean-, son de rugosa piel en los duros troncos.
Y ni siquiera la sonora charla o la paz bendita de la Tierra, tan hermosa ella, es capaz de detener las horas.
En la primavera renacida, el tiempo se agota para unos y se inicia para otros. Es el ciclo de la vida de la humana gente, entretenida en la orgía de la luz y el derroche de color de este jardín.
También el principio y el fin de las flores que lo provocan.
Así sucede por culpa de la iniciática fuerza del sol que colorea el cielo y por la nube final que engendra el rayo para provocar el abismo en este espacio.